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24.2.09

No hay Cuba sin Pablo



Así como Remedios de Gabriel, la Maga de Cortázar, de Cervantes Dulcinea, del Dante las amantes Y María del Carmen de Noel. Yolanda es una mujer indispensable en nuestra cultura.

Hace un par de semanas le llevé serenata a mi esposa, y entre otras canciones, le canté “Yolanda”.
Estoy hablando de la canción del maestro Pablo Milanés, que es imprescindible en el repertorio de mariachis, soneros, tríos, solistas, etc. Mencionar esta canción quizá sea encasillarlo en la misma, pero es una de cientos que el Cubano oriental ha hecho durante más de cuatro décadas.

Hoy cumple años Pablito, y por eso le cantamos las mañanitas con guitarra, tres, bongós y contrabajo.



Pablo Milanés (Bayamo, 24 de febrero de 1943)

9.2.09

La moral: un laberinto de sensaciones.


Por Salvador Sáenz



Hace poco vi dos películas en el cine que me provocaron un debate interno acerca de hasta qué punto el Hombre puede autoengañarse al vivir sumergido en las profundidades de un mundo moralmente correcto. Se presentan en ellas dos situaciones. Pongan, pues, ustedes atención: Un hombre tiene un romance con una mujer. Parecen ser la pareja perfecta. Se aman. Son, de manera simultánea, el amor de sus vidas; pero una chica se interpone en la relación. Con mentiras, con malos entendidos, “la mala del cuento” provoca que la pareja tenga un rompimiento. Pasan los años, cada quien hace su vida y consiguen nuevos amores: el hombre se compromete con una joven estudiante y la mujer hace planes para irse a vivir con el chico en turno a la bella ciudad de Paris. Todos felices hasta aquí. Hasta que por obra del destino (dirían los románticos), los exnovios se reencuentran. Con ello surgen también los antiguos calores corporales, las viejas sensaciones, los recuerdos punzantes que cosquillean el alma. Saben en el fondo que siguen amándose. Aunado a ello, la chica que se había interpuesto entre ellos les confiesa, en un arrebato de culpabilidad, que ella lo había provocado todo, su rompimiento y mortal desilusión. La antigua pareja, asimilando esta tremenda revelación, al ver el grave error en el que habían caído, deciden volver, importándoles poco, o más bien nada, que a sus respectivos amores se los llevara la fregada. Es aquí donde me entra el dilema. ¿Qué podían haber hecho? ¿Seguir con sus vidas como si nada hubiera ocurrido? ¿Dejarse llevar por el cauce natural de las cosas? ¿Qué es lo correcto aquí, moralmente hablando? ¿Hacerle caso a lo que dicta el corazón? ¿O hacerle caso a los libros que hablan acerca del bien y el mal? ¿Qué es más malo?: ¿Darles una patada en el trasero a sus respectivas parejas para volver ellos, o cercenar de tajo sus propias pasiones para seguir en la estabilidad de sus actuales compromisos? Yo aún no lo sé. Quizá todos haríamos lo que efectivamente terminaron haciendo, pero mi pregunta no era esa, sino la otra ya planteada con diferentes matices.
En fin. En la otra película se plantea lo siguiente: En un terrible accidente de carros mueren siete personas. El hombre que manejaba uno de los coches (y que provocó la colisión al contestar un mensaje en su celular) misteriosamente sobrevive. Pero de ahora en adelante, la culpa no lo dejará vivir en paz. Después de una bien elaborada trama, descubrimos que este tipo, para compensar el acontecimiento desafortunado, habrá de escoger a siete buenas almas (en este mundo despiadado) para regalarles algo de sí, no sólo dinero o apoyo moral, sino que, ¡agárrense!, planea quitarse su propia vida para donarles sus órganos. Aquí es donde me entra el dilema otra vez. ¿Puede hacer uno cosas buenas con cosas malas? ¿Puede uno hacer con su vida lo que le plazca al grado de regalar a los demás sus órganos en el momento en que uno lo determine, aún a costa de la propia vida? ¿Qué no el suicidio es considerado en muchas culturas como algo malo? ¿Quién determina qué pagos o qué castigos debemos cumplir para enmendar los daños que hemos provocado en el pasado? ¿Existe un catálogo certero que indique los pasos que debemos seguir para sanar nuestras almas? ¿Puede uno pasarse la vida haciendo el bien sin contradecirse? ¿Se pueden equilibrar perfectamente nuestras acciones de manera que lo que hagamos resulte bueno siempre? ¿Puede uno, en medio de un laberinto de sensaciones, vivir sumergido en las profundidades de mundo moralmente correcto?
Yo no lo sé. De ahí que les preguntara.

31.1.09

7 Sonetos Capitales

Relatos de viaje (3 de 7)


Madrid

La mesa puesta, fermento de vid;
Pan con tomate, alubias y cocido.
El gusto no engañó, ni tiró al olvido;
Me siento en casa, ya estoy en Madrid.

Aquí en Antón martín es donde elijo
Tomar una cerveza a mi llegada,
Si bien, vengo de tierras tan soñadas,
Para su gente soy como un buen hijo.

De trago en trago, versos de lingote,
“Pongamos que hablo de Madrid” canté
Abrazado a la estatua del Quijote.

Al sol de la mañana desperté
Apresado por loco tras barrotes,
De compañero hidalgo deserté.


Texto y fotografía por Trejo
"Maple en mirador de Madrid"

20.12.08

7 Sonetos Capitales

Relatos de viaje (2 de 7)





Lisboa


Húmedas calles, la tierra no atizo
Pues yo soy navegante de Lisboa
Desde temprano parto en mi canoa
A descubrir del mundo el paraíso

El atlántico besa su edificio
Parece que se adhiere a sus paredes
Yo pescador que ha de esparcir sus redes
desde el hotel en el balcón, mi oficio

y se colmó de mares mi ventana
de barcos encallados en el puerto
de tardes ocres, cálidas mañanas

y noches con oleaje de concierto,
el fado de las penas que desgrana
y en versos de Pessoa las revierto.


Texto y fotogragía por Trejo
"Puerto de Lisboa"

11.12.08

7 Sonetos Capitales

Relatos de Viaje




Ámsterdam


Absuelvo al mundo, mas no me perdono
No acuso de incitar, adpero, excita
Es Ámsterdam la gran casa de citas,
Suplicio eterno impuesto por el trono.

En el red Light pendientes de mi arribo
Para acarrearme a orar en una ermita
Alicia, Betty Boop, Caperucita,
Me dan ticket de ida al monte olivo.

No soporté su gran ciudad secreta,
partí cual neerlandés en bicicleta
por el canal del grito Van Gogh

En busca de aventuras más serenas.
Así me fui detrás de una sirena
Que del pecado fue quien me sacó.


Letra y Fotografía
por Trejo

"Canal de Ámsterdam"
(1 de 7)

26.10.08

Corrido a la reforma energética 2008

Favor de imaginar la armonía en 3/4 y aguardientar la voz como Chavela Vargas o el intérprete de su elección.



Petróleo

Por hoy todo acomodado
Llegan a un feliz convenio
Los trajeados del senado
Hacen honor al sexenio

Y aquel artista del óleo
Permitió algún pincelazo
Pintura color petróleo
Breves y brunos retazos

Y mi tajada es un bono
De chocolate el pastel
Pero de nuevo perdono
Que sea sólo para él.

Será tema del glosario
De los libros de primaria
Pequeña nota en los diarios
Por la crisis monetaria


Negro y más caro que el oro
Se les ve salir los cuernos
Pero de diablo, no toro
Al repartirlo el gobierno

Y mi tajada es un bono
De chocolate el pastel
Pero de nuevo perdono
Que sea sólo para él.

Así que rompo el marrano
De barro pa’ mi futuro
Para ser un mexicano
Con derecho a hidrocarburos.



Trejo 25/10/2008


Imagen de:

Isabel Villaseñor
• El corrido •
1930, xilografía,
21.5 x 18.5 cm.

14.9.08

"Retirado en la paz de estos desiertos"



A Don Francisco de Quevedo

A casi cuatro siglos, no ha callado
tu voz, al parecer gana más fuerza,
y en años nuevos, ruego a Dios que ejerza
influencia a nuevos tu gran verso osado.

Tu sátira y tu crítica es vigente,
acusas al poder y a don dinero.
Qué más puedo pedir, soy limosnero;
palabras de tu verso inteligente.

Y si al final, a torres tu retiro,
y si a morir te has ido a los desiertos
llevándote en la mano tus escritos,

penosamente pido des un giro,
ya no será mi pecho más contrito,
leyendo tus vocablos te despierto.


Trejo 14/09/08




Don Francisco de Quevedo (Madrid, 14 de septiembre de 1580 — Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la Historia de España.

Los padres de Francisco de Quevedo desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio imperial de los jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, ciudad ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora.
Siguiendo a la corte, en 1606 se instaló en Madrid, donde continuó los estudios de teología e inició su relación con el duque de Osuna, a quien Francisco de Quevedo dedicó sus traducciones de Anacreonte, autor hasta entonces nunca vertido al español.
En 1613 Quevedo acompañó al duque a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. De regreso en España, en 1616 recibió el hábito de caballero de la Orden de Santiago. Acusado, parece que falsamente, de haber participado en la conjuración de Venecia, sufrió una circunstancial caída en desgracia, a la par, y como consecuencia, de la caída del duque de Osuna (1620); detenido fue condenado a la pena de destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real).
Sin embargo, pronto recobró la confianza real, con la ascensión al poder del conde-duque de Olivares, quien se convirtió en su protector y le distinguió con el título honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su estatus político al mantener su oposición a la elección de santa Teresa como patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de las recomendaciones del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en 1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Pero no tardó en volver a la corte y continuar con su actividad política, con vistas a la cual se casó, en 1634, con Esperanza de Mendoza, una viuda que era del agrado de la esposa de Olivares y de quien se separó poco tiempo después. Problemas de corrupción en el entorno del conde-duque provocaron que éste empezara a desconfiar de Quevedo, y en 1639, bajo oscuras acusaciones, fue encarcelado en el convento de San Marcos, donde permaneció, en una minúscula celda, hasta 1643. Cuando salió en libertad, ya con la salud muy quebrantada, se retiró definitivamente a Torre de Juan Abad.
La obra de Francisco de Quevedo
Como literato, Quevedo cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía desde muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que graves poemas en los que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas muestran la desilusión y la melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos centrales de su reflexión poética y bajo la sombra de los cuales pensó el amor.
A la profundidad de las reflexiones y la complejidad conceptual de sus imágenes, se une una expresión directa, a menudo coloquial, que imprime una gran modernidad a la obra. Adoptó una convencida y agresiva postura de rechazo del gongorismo, que le llevó a publicar agrios escritos en que satirizaba a su rival, como la Aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día (1631). Su obra poética, publicada póstumamente en dos volúmenes, tuvo un gran éxito ya en vida del autor, especialmente sus letrillas y romances, divulgados entre el pueblo por los juglares y que supuso su inclusión, como poeta anónimo, en la Segunda parte del Romancero general (1605).



En prosa, la producción de Francisco de Quevedo es también variada y extensa, y le reportó importantes éxitos. Escribió desde tratados políticos hasta obras ascéticas y de carácter filosófico y moral, como La cuna y la sepultura (1634), una de sus mejores obras, tratado moral de fuerte influencia estoica, a imitación de Séneca. Sobresalió con la novela picaresca Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, obra ingeniosa y de un humor corrosivo, impecable en el aspecto estilístico, escrita durante su juventud y desde entonces publicada clandestinamente hasta su edición definitiva.
Más que su originalidad como pensador, destaca su total dominio y virtuosismo en el uso de la lengua castellana, en todos sus registros, campo en el que sería difícil encontrarle un competidor.

(Fragmento de Historia de la Literatura española, dirigida por J. Menéndez Peláez, II, León, Everest, 1983.)


Dos poemas del maestro.


Desde la torre

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.



Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

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