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30.6.08

¿Tienen pies los árboles?



Pocos pulmones tenemos en la región lagunera, y a pesar de eso, sucede que por “necesidad del hombre” acabamos con ellos. No por nada la naturaleza nos está alcanzando, o estamos alcanzando a la naturaleza; todo tiene su fin, y como no podemos dialogar con ella, al menos hay que usar el sentido común para razonar que la flora que habita este lugar desde hace cientos de años no se puede mudar; o acaso, ¿Tienen pies los árboles?


Publico un reportaje escrito por mi buen amigo Christian Viesca.


¿Cómo se rinde el cañón?

Hacía ya cerca de un año que no tenía la oportunidad de recorrer las márgenes del Río Nazas y es también ese el tiempo que me he desconectado del acontecer público de mi tierra, La Laguna.
El paseo comenzó bajando a la rivera en la represa de San Fernando (donde están las compuertas del canal de Sacramento) donde se comienza a ver cómo el desierto se atreve a reverdecer y algunos pequeños animales encuentran aún morada. La propia vegetación obliga a abandonar la margen del río a la altura del poblado conocido como Monterreicillo y el camino se vuelve árido hasta entrar de nuevo a la cuenca baja del Nazas. Merece la pena soportar el sol y el calor durante algunos kilómetros con la esperanza de que justo donde la montaña le abre paso al río existe un bosque de sauces y ahuehuetes que se extiende hasta la presa Francisco Zarco, lugar que conocemos como el Cañón de Fernández.
Ésta vez la recepción fue muy diferente. Buscábamos la sombra de uno de los tantos álamos imponentes que adornan la entrada de la angostura para descansar un poco pero en lugar de esto encontramos algo digno de ser noticia de primera plana: el Cañón de Fernández muere a una velocidad preocupante. Y no muere como mueren las hojas al llegar el otoño, ni como lo hacen las más de 350 especies animales que habitan el sitio y caen como parte de la cadena alimenticia o simplemente completan su ciclo de la vida. El cañón se rinde ante nuestras acciones.
La Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) está integrada por destacados profesionales y especialistas reconocidos internacionalmente por su dedicación y capacidad técnica. La misión de esta entidad consiste en administrar y preservar las aguas nacionales, con la participación de la sociedad, para lograr el uso sustentable del recurso. Quiero enfatizar el punto: con la participación de la sociedad.
Este organismo inauguró el pasado 31 de mayo una obra más de ingeniería que, a mi parecer, resulta incongruente a los valores y objetivos con que se conduce. Fue construido un pequeño canal revestido con concreto que asegurará el suministro de agua a los campos agrícolas (aquellos que paguen los respectivos derechos), y de paso, evita cualquier filtración o desviación del líquido que anteriormente se “perdía” en el trayecto y era cómplice y sustento, de la flora y fauna del Cañón durante las tres cuartas partes del año que permanecen cerradas las compuertas de la presa. Además, la propia construcción implicó la deforestación y devastación de un área de 25 metros de ancho (en algunos puntos más) por toda la longitud del canal. Esto representa aproximadamente el 5% de la superficie y poco más del 25% de la flora (no sé si mis cálculos estén influenciados por la imagen tan impactante que tuve del daño pero creo estar muy cerca al dato certero).
Imagino que es debido a la distancia que hoy me separa de La Laguna y al poco interés que otorgo a los medios locales que no logré enterarme de una noticia tan grande e importante para nuestra región, porque seguramente debió existir una votación o al menos cierto tipo de consenso público: “Se convoca a todos los ciudadanos a que participen en la consulta ciudadana (ahora que tenemos de moda el tema) para decidir si debemos, o no, hacer que nuestro Nazas, el río al que los laguneros debemos todo, muera”. Algo por el estilo debieron decir los medios, o tal vez no.
Al día siguiente de mi triste descubrimiento compré los dos periódicos de mayor circulación en la región buscando la nota galardonadora donde se anunciara a la sociedad que el gobierno, a través de la CONAGUA y con una inversión de chorro-cientos mil millones de pesos y veinticinco centavos, puso en marcha un magnífico proyecto que beneficia a miles de campesinos, sus numerosas familias, a Doña Juanita la que vende chiles rellenos en el Mercado Juárez y de pasada otorga una oportunidad de empleo para los niños de la calle. Ni siquiera en la última página ni en letras chiquitas apareció la noticia, no sé si por vergüenza o auténtica falta de conocimiento.
Me había acostumbrado a escuchar a mis abuelos decir: “cuando yo era niño(a) todo esto estaba lleno de árboles… antes no se sentía así el calor”, o incluso ya me resultaban comunes las historias de mis tíos y mis padres en las que cuentan cómo salían a cazar lagartijas en el campo, campo donde hoy hay casita tras casita, tras casita (literalmente casitas). Todo esto ya me parecía normal y de cierta forma lo había aceptado. Lo que no puedo creer, y espero no deje de asombrarme, es que en menos de un año, o bueno, digamos un año, en 12 meses convertimos lo poco que tenemos de bosque en desierto y así se va rindiendo el cañón.


El 25 de abril de 2004, el Cañón de Fernández fue decretado como Área Natural Protegida, en la modalidad de Parque Estatal. Fotografía tomada el 31 de mayo de 2008

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